La Biblioteca Luis Ángel Arango y su fila de libros para el país

Una entrevista con Fernando Barona Tovar, actual director de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

POR El Malpensante

Julio 29 2025
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Cortesía Banco de la República

La Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA) fue creada en 1958. Su camino para llegar a convertirse en una de las mejores y más grandes bibliotecas públicas de Latinoamérica merece la pena contarse. El Malpensante entrevistó a su actual director, Fernando Barona Tovar, antropólogo y especialista en proyectos de desarrollo social de la Universidad del Cauca. Barona también es magíster en gestión y evaluación del patrimonio histórico y artístico y doctor en antropología de la Universidad de Salamanca. Ha sido profesor invitado en diferentes universidades nacionales e internacionales y asesor de múltiples proyectos relacionados con la gestión del patrimonio cultural. En 2018 recibió la Orden de las Artes por la construcción de una metodología para la medición de los índices de impacto cultural y el estudio de públicos. 

 

¿Cuál es el hito más importante de la vida de la Biblioteca Luis Ángel Arango?

El hecho de que cuatro generaciones han estudiado en la BLAA y han utilizado los servicios de la biblioteca. La idea empezó en los años cincuenta, cuando se adquirió el lote para la construcción de la biblioteca y comenzó su diseño y concepción. Desde su inicio se pensó como biblioteca de servicio al público, lo cual fue una gran innovación. Luis Ángel Arango Osorio fue el gerente general del Banco de la República en esa década de los cincuenta, y junto con otros visionarios de la Junta Monetaria aprobaron la idea. Pero las colecciones del Banco de la República ya venían desarrollándose desde 1923; buscaban responder a la necesidad de tener información de calidad para investigadores, economistas y técnicos propios, pero también para quien se acercara al banco a pedir información, fundamentalmente académica. Sus instalaciones reflejan hoy el cuidado que se pensó desde el inicio para que el usuario disfrutara de la amplitud y la iluminación. La BLAA es sinónimo de placer por la lectura. 

 

¿Cuándo se da cuenta el Banco de la República de que la BLAA es ya un valor del país? ¿Qué otros hitos ocurrieron tras la apertura de la biblioteca?

En los años ochenta del siglo pasado hay un despegue brutal. Estaban apenas aterrizando los primeros computadores grandes y la biblioteca convocaba filas gigantes para ser visitada. La primera transformación de la biblioteca tiene lugar finalizando los setenta y los primeros años de los ochenta. Se abre una nueva capacidad física para recibir a los usuarios.

Y allí comienzan las filas de usuarios. Las fotos hoy son un ícono del deseo de progreso de un ciudadano cualquiera. Filas y filas para entrar a la biblioteca.  Hay una fotografía que la vemos con alguna frecuencia: es la calle once hacia la carrera quinta. El crecimiento del flujo de usuarios es proporcional a la capacidad de almacenar y convocar nuevas colecciones de arte y libros.

En los años noventa se plantea la segunda ampliación con la torre bibliográfica. Son tres momentos importantes: su apertura, los años ochenta y los años noventa, cuando se consolida la biblioteca ante el público y como proyecto ante el país. Un último hito ocurre en el año 2000, con el desarrollo de las bibliotecas de las ciudades y regionales, y la continua apertura de bibliotecas y de unidades de información en Bogotá y en todo el país.

 

¿Cómo era la consulta de información en los inicios? Los computadores cambiaron todo el proceso de consulta, ¿no?

Claro. Antes el fichero era el protagonista. Eran fichas en cartulina blanca con el nombre del autor, la materia y toda la información del título que se iba a consultar. Era un tiempo en que el usuario requería estar frente al fichero y esculcar sus cajones delgaditos y profundos. En ocasiones, había tres o cuatro o cinco personas que estaban consultando distintos niveles del escaparate y los investigadores tenían que hacer sus búsquedas bien acurrucados. En fin, era una aproximación distinta a la vida de la biblioteca, que empezaba por la fila misma. Bueno, en realidad empezaba por la decisión de querer aprender. 

Luego se transformaron también los empleados en profesionales de bibliotecología porque en los años ochenta comenzó su sistematización con un programa que se llamó NOTIS; así se creó el primer catálogo.

 

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Cortesía Banco de la República.

 

Se dice que el Banco de la República de Colombia fue pionero en este proyecto. ¿Es eso cierto?

Sí, sigue siendo la red de bibliotecas más amplia, con todas las relaciones en línea de las demás bibliotecas del país. Seguimos siendo pioneros en eso, incluido el servicio de domicilio. En realidad la clave es la consolidación de las conexiones. Nosotros tenemos una frecuencia sistemática de evaluación, análisis y adquisición de nuevos títulos en todas las áreas del conocimiento. Todos los jueves en la mañana tenemos reunión de evaluación en un comité donde se recomienda la adquisición de las publicaciones. Previo a esto, muchas personas revisan títulos, autores, calidad del material. Se piensa en los públicos. Tenemos estadísticas y evaluamos las tendencias.

 

Desde la BLAA, ¿cómo se ve la evolución del fenómeno de la lectura? ¿Cómo han sido las variaciones de esa lectura desde el usuario, desde la biblioteca, desde ambos puntos de vista? 

Es uno de los grandes retos que tenemos como biblioteca, como red de bibliotecas. Hago énfasis en la red de bibliotecas porque eso nos ubica geográficamente en dónde, en qué lugares y regiones del país el Banco de la República tiene sus sedes. Nos obliga a pensar en clave de territorios lejanos.

Hay bibliotecas en regiones, específicamente en ciudades, donde el espíritu es claramente oral. El Pacífico, por ejemplo. El reto nuestro es cómo establecer estos puentes que permitan comprender lo que pasa en esas otras manifestaciones. Hablamos de “lecturas”, de distintas formas de acercarse y de entender el mundo; de ahí que un componente que nosotros incorporamos a estos procesos de acercamiento a la materialidad del libro es leer los entornos. Por eso trabajamos con las oralidades.

Todas las culturas antiguas eran orales. La escritura, los alfabetos y las grafías empiezan a configurarse a través del tiempo y la historia da cuenta de ello. Seguimos siendo muy orales, aunque la materialidad sigue siendo la esencia de las bibliotecas. O sea, defendemos el libro. Y el papel, el libro impreso. Y, desde luego, todos los demás formatos, los libros digitales, los recursos electrónicos, porque a eso no le podemos dar la espalda. Muchos de nuestros usuarios conviven muy bien con la virtualidad.

Es un asunto de equilibrios. Por el auge de la tecnología que estamos experimentando, no podemos estar viviendo solo en función de la oralidad, no podemos olvidar el libro. Eso para nosotros sigue siendo muy, muy importante. Y esto da cuenta del volumen tan importante de ejemplares impresos que la biblioteca adquiere anualmente. Buscamos mantener ajustadas, actualizadas y balanceadas las colecciones para que respondan a las necesidades locales de información de los próximos años.

 

¿El enfoque está entonces en lo local o también se contempla la internacionalización?

Hacemos coincidir todas estas posibilidades que llevan a una circulación de la información en condiciones de óptima calidad o dentro de los estándares más altos. No es solo lo que el usuario necesita en Buenaventura, por ejemplo, sino lo que nosotros le podemos ofrecer para que pueda ampliar este universo de información poniendo a su disposición nuestro catálogo en Buenaventura o en la red. Material que le pueda ser útil para aquello que él está necesitando puntualmente sobre un tema concreto, muy concreto en Buenaventura, que nosotros le ponemos al lado.

 

¿Es también la formación de conocimiento? 

Exacto. Es hacia allá que apuntamos.

Es decir, ese es el sentido de la biblioteca, el desarrollo del conocimiento en función de este intercambio que se puede hacer. Es un intercambio de información, sí, pero también es construcción de contenidos a partir de la información que circula, que es una forma muy interesante de ver cómo una biblioteca se desarrolla también, no solamente por el ingreso de un libro, en el formato que sea, sino por la producción que los usuarios hacen a partir del material que construyen.

No se trata solo de comprar el libro, clasificarlo; es también ver el ecosistema de ese pensamiento, de por qué una persona, por ejemplo, en Nariño pidió tal libro. ¿Qué será lo que está pasando? Es investigar qué es lo que está pensando y es ver cómo la biblioteca puede anticiparse a lo que él mismo está investigando. Nos interesa ver qué está sucediendo en su entorno en ese momento. De esto se trata nuestra investigación.

Nosotros tenemos que investigar por vocación, pero también por misión y por necesidad. Recientemente, vimos en Manizales unas solicitudes continuas sobre temas relacionados con religión. Y nos dimos a la tarea de preguntarle a la región: ¿sería interesante saber por qué están solicitando temas de religión?  Efectivamente, descubrimos un interés que no era por una religión específica o por una doctrina específica, sino por entender la historia de las religiones. Y era un interés que tenían los estudiantes de una de las universidades en Manizales. Recurrieron a la biblioteca durante un tiempo largo y adquirimos los materiales que nos pidieron y que no estaban disponibles. El otro caso que tuvimos fue en San Andrés. 

 

¿Qué pasaba en San Andrés? 

Vimos un interés en la isla por estudiar temas de filosofía clásica; querían acercarse a las miradas sobre el Caribe desde la filosofía. Una cosa interesantísima. A ese tipo de solicitudes puntuales les damos respuesta, pero además les sugerimos otros materiales, con una mirada complementaria.

 

¿Hoy cómo fortalece la lectura la BLAA con la alta competencia de la industria del entretenimiento?

El programa de mediación de lectura es esencial. Es lo que complementa nuestra infraestructura, nuestra decisión de adquisiciones, todas las investigaciones y los esfuerzos por llegar a los colombianos. En la BLAA hay clubes de lectura, hay talleres, estamos en el mundo híbrido, pero en la biblioteca también está disponible el libro. Eso lo saben los profesores, los más chicos, los padres de familia. Se ha llamado de diferentes formas: promoción de lectura, activación o mediación, pero siempre ha apuntado a lo mismo. No es un asunto de exclusividad de este momento, aunque lo veamos con mayor fuerza por el ingreso de la tecnología. Casi que ininterrumpidamente, podríamos decir, durante 50 años el Banco ha estado trabajando en procesos de mediación. Para nosotros la cosa es de largo plazo, no es una moda. Cada generación trae sus propios desafíos. Una de las tareas que tenemos en las bibliotecas es leer esos nuevos retos, leer a esos nuevos o viejos usuarios, pero que hoy tienen a la mano unas nuevas herramientas. Queremos saber cómo entramos nosotros allí para que la aproximación al libro, el disfrute por tener un libro en la mano, el acercamiento a ese universo que está allí, no se rompa.

No queremos que se rompa el lazo entre el libro y el lector. Eso es lo que buscamos. Y eso, hoy, es un gran riesgo. Hay que decir que hay unas nuevas formas de leer. Más velozmente, con más ligereza, con menos profundidad, en fin. Lo que nosotros vemos es que hay alrededor de 3.500 personas que nos visitan diariamente en nuestras 29 bibliotecas, algo que no es un dato menor frente a las 8.000 o 7.000 que teníamos hace 30 años. Es una expansión de las bibliotecas, de las sedes, un mayor acceso e impacto. Y ojalá en cada cuadra existiera una biblioteca. 

 

¿Pero cómo miden esos 3.000? ¿La expansión regional no permite una mayor visita? 

Hay una concentración de usuarios por ubicaciones geográficas, por menor distancia de acceso a estas bibliotecas. De todas maneras, como decía, el que hoy tengamos alrededor de 3.500 personas diarias es una buena cifra.

Por supuesto, también tenemos identificados a lo largo del día unos momentos pico, donde hay un mayor número de usuarios, más o menos entre las 10 y media de la mañana y las 5 de la tarde. A las 3 de la tarde es el mayor pico. Ahí resulta esencial saber cuál es la demanda de material que tienen estas personas en esos momentos, de ahí que hayamos implementado la presencia de colecciones en las salas de lectura. Todo eso lo estudiamos. Nos permite diseñar también estrategias. Lo que nosotros vemos en la biblioteca es que sí hay lectura, hay consulta en sala. Además, el préstamo externo es una constante en crecimiento.

 

¿Y cómo ligan eso con la comprensión lectora? 

Lo nuestro es ofrecer espacios y ofrecer materiales. Creo que la parte educativa, pedagógica, no se puede abandonar. Nosotros hacemos trabajo con maestros y líderes comunitarios permanentemente. Creamos un programa que viene de hace 20 años: el de las maletas viajeras, las cajas viajeras. Si bien es cierto que no es una responsabilidad directa de las bibliotecas, sí es un deber de las mismas.

Fernando Barona Tovar. Cortesía Banco de la República.

Aun así, la comprensión lectora en el país es escasa. Los franceses y los nórdicos están retornando al libro en sus aulas de clase porque la comprensión desde lo digital es diferente, más acotada y menos efectiva para fortalecer la inteligencia y el pensamiento crítico. 

Responde a investigaciones claras de una comprensión lectora, que en ellos, más que comprensión neta, es comprensión que lleva a un análisis, a un análisis y a un pensamiento crítico que estamos perdiendo.

 

¿Cómo se mueve una biblioteca con el criterio del veto tan en boga hoy en día? Eso de, por ejemplo, prohibir leer a Ovidio porque Ovidio habla de cualquier cosa que no nos gustó hoy. ¿Cómo viven esos tiempos al interior de una dirección del Banco de la República en esos ámbitos?

A nosotros nos rigen criterios, los cuales están centrados en el acceso libre, amplio a nuestras colecciones y en general a la producción del conocimiento. No establecemos vetos ni les hacemos eco.

 

¿No ha habido casos de veto en todos estos años? 

No, y en lo posible no los tendremos. Yo no me puedo adelantar al futuro, pero nos mantenemos en que el veto no, ni para adquirir material ni para que se consulte el material. No hay vetos y sí hay discusiones ideológicas que se fundamenten en lecturas críticas. Qué bueno atar esto con la comprensión lectora, porque el espíritu crítico es fundamental en el sentido de poder contribuir en la construcción de conocimiento y análisis en los ciudadanos. Ser ciudadano pasa por llegar a tener un espíritu crítico y el espíritu crítico se consigue en muy buena medida si tenemos una comprensión de lo que leemos, pero primero tenemos que leer. Y esa es una fuerza que nosotros impulsamos desde esta biblioteca y desde la red de bibliotecas del Banco.

En sí misma, la red de bibliotecas es un foro. Pero para entenderlo y dinamizarlo hay que asumirlo como un lugar de encuentro, uno que es multivocal, que tiene la posibilidad de albergar todas las posibilidades, o al menos las que se quieran exponer en diálogos abiertos, desde la construcción colectiva y la discusión colectiva sobre la información que se está desarrollando aquí.

La Casa Republicana, por ejemplo, es una oportunidad para conectar, crear y hasta descansar. Las mesas que tenemos allí viven llenas. Y unos sofás que instalamos justo en el tránsito hacia la Casa Republicana viven llenos. La gente llega a conversar, pero también encuentra a uno con que se hacen lecturas en voz alta. Y eso a mí me encanta, porque de alguna manera se convierten en foros totalmente necesarios para la generación de estos espíritus críticos. 

 

¿Cómo exaltar ese punto del foro, la palabra, la conversación en una biblioteca, donde se supone que debe estar callado todo el mundo?

Conservamos los espacios para la concentración y el silencio. Claro, eso es importante. Toda la torre bibliográfica ahí está y se mantiene. Pero si uno se va hacia la Sala Candelaria, que es este espacio en el tercer piso de la BLAA, que va sobre la carrera quinta, se da cuenta de que es un espacio fantástico para hablar. Vive lleno también.

 

También hacen siesta, ¿no? 

Y hacen siesta en ese espacio donde estuvo el café. Está perfecto. 

 

Se podrían poner hamacas.

La biblioteca se va convirtiendo en un lugar seguro y eso va muy de la mano con un proyecto que estamos trabajando recientemente, que le llamamos Habitar la BLAA. Es un proyecto que tenemos con habitantes de calle. Aquí tenemos un grupo de más o menos 45 usuarios habitantes de calle. ¡Son usuarios! Para ellos este es un lugar que los cuida, que los protege. Y estamos haciendo este trabajo muy, muy conscientemente, ayudándonos de profesionales. Porque el relacionamiento hay que cuidarlo muy bien, con todo el mundo. Ellos nos han manifestado que aquí se sienten protegidos. 

 

Hablemos de la relación con la ciencia. ¿Cómo es esa relación con los libros de ciencia o con la ciencia? En el país son escasos los espacios para eso. 

Hemos desarrollado en Quibdó y en Buenaventura, en nuestras bibliotecas y en los centros culturales de estas dos ciudades, esos vínculos entre los saberes ancestrales, que son evidentemente orales, y la producción científica, que está totalmente materializada en los libros. ¿Cómo juntar eso? Esa es nuestra apuesta. En cómo hacemos el vínculo entre estos dos universos. Nos enfocamos mucho en el desarrollo de nuestras colecciones en las áreas de las ciencias básicas, de las ciencias sociales, de las ciencias humanas, porque sí que es necesario encontrar este balance entre las distintas ciencias, que no es solamente las ciencias básicas, las ciencias exactas y naturales, sino el mundo de las ciencias sociales y de las ciencias humanas, que también es un universo que debemos trabajar. Entonces, hay un trabajo muy consciente que hacemos y que nos ha permitido avanzar para el caso de las ciencias básicas, por ejemplo, en biología específicamente.

Tenemos un trabajo reciente en función de la colección de un biólogo, profesor de la Universidad Nacional, Juan Manuel Renjifo. Este es un científico muy importante cuya colección de fotografía científica, que desarrolló durante toda su vida. Allí tenemos obviamente biología animal pero también biología vegetal. Son aproximadamente 85.000 registros.

Cuando empezamos a mirar una a una las piezas empezamos a descubrir muchos mundos y empezamos a trabajar el proceso de la catalogación, y así todo empezó a crecer: la generación de metadatos, interrelaciones, hipervínculos, etc. Entonces nos dimos a la tarea de trabajar con usuarios que se aproximan a estas colecciones: ahora hay un grupo, varios grupos, realmente, de estudiantes de biología que están trabajando con esa colección para hacer descripciones de las fotografías. O sea, la pregunta fue cómo acercamos estas colecciones científicas a los usuarios, y cómo ellos nos aportan para aprovechar el material y redescubrirlo.

A eso hay que agregarle la visión comunitaria y del trabajo de líderes comunitarios en casos como el del río Bogotá. Hace poco pudimos traer a quien lideró en parte la recuperación del río Támesis, un alemán que hizo una descripción muy interesante de cómo se empezó a hablar de cambio climático. Ahí, por supuesto, también estuvo Apolinar Figueroa, que es un gran biólogo y divulgador de la ciencia.

 

Entrevista realizada por Diana Castro Benetti, directora ejecutiva de la Fundación Malpensante.

 

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